Tengo algo en mi interior que cuando estoy con alguien y le quiero contar un problema que tengo, me replanteo noventa veces si realmente es un problema para contar o si es algo que mejor no sacarlo de adentro mio. No tiene tanto que ver con vergüenza sino que muchas veces siento que mis problemas no son realmente graves porque me rodea gente que, al menos yo considero, tiene problemas “más graves” que los míos. Tiene más que ver con que siempre me dijeron que era dramática y que no me pasa nada realmente grave. Me crié con la idea de que como tengo todo económicamente, mis papás siguen conmigo, y tengo un techo sobre mi cabeza, no tengo ningún problema o no puedo tenerlo.
En algún punto tienen razón los que me dijeron esto porque, quiera o no, soy bastante dramática. Si bien mis días son bastante teatrales, cuando me pasa algo grave me pongo en pausa porque como los otros problemas que se me presentaron “no eran para tanto”, la parte de mi cerebro que mide la gravedad de las situaciones está bastante en una. Puedo llorar desconsoladamente porque me peleo por un capricho con mi novio pero cuando se muere alguien que amo estoy muda. El día que me abrí la mano sola en la cocina de mi departamento, me miré la herida por unos sólidos diez segundos hasta que me di cuenta que el sangrado y ver el hueso de mi mano no era normal. Recién después de ordenar toda la cocina con un repasador apretando mi mano, apagar los aires y asegurarme que mis animales estén bien, pude llamar a una amiga para que me venga a socorrer. Tengo eso, nunca sabés cuan grave es algo que me pasa porque no mido mis reacciones, y muchas veces son o muy grandes para una situación chiquita o muy chiquitas para un problema grande.
En mi casa, aunque ame con mi corazón completo a mis papás, siempre fui considerada una exagerada. El ochenta portento de las cosas que me pasan las exagero, o al menos en sus ojos las exagero. Creo que tiene algo que ver con que ellos en su momento, y en su época, vivían la vida de otra manera y por hacer algo que haría o hice yo, estarían en problemas mucho mas grandes que en los que estoy yo ahora, hoy en día. Detesto la frase “cuando yo era chico/chica…” cuando estoy planteando un problema que tengo, me saca las ganas de escuchar lo que me están por decir. No soy vos, no estamos en tu época, y vos, no sos tus papás (mis abuelos). A veces parecería que los padres no entienden que las cosas cambian y que los problemas de antes no son los de ahora.
Considerando que soy una persona bastante afortunada, o eso creo yo, en todo lo que es lo económico y en lo familiar a veces yo misma me pongo un límite con lo que yo veo como un problema. También sé que como no tengo esos problemas me puedo dar el lujo de tener problemas más banales como que no consigo un par de botas que me gustan o alguna boludes así. Soy consciente de eso. También tengo problemas emocionales grandes: pensar en que no me acuerdo la voz de mi abuela me desarma por completo, actitudes de mis papás que me lastiman mucho y no cambian, mi hermana vive en otro país, entre otros que son cada vez más complejos.
Que se yo, hay ciertos problemas que no comprendo porque nunca los tuve ni los tendré. Cada vez que me planteo esto siento que ninguno de los míos son “reales”, sino que son de una piba privilegiada que no sabe lo que es pasarla mal. Mi hermana una vez me dijo “sé que no se comparan los problemas de uno con los de otro pero los tuyos no son para tanto” y me quedé muda. ¿Qué le digo? ¿Cómo le explico que tengo problemas que nada va a poder solucionar? ¿Cómo le hago entender lo hueco que siento el pecho a veces? Miles de preguntas se me cruzan pero de vuelta, como todos los días, una de esas siempre es ¿es realmente grave lo que te pasa?
Todo lo que me impusieron hizo que la flecha mental que me dice si algo es real o fantasía se rompa. Ya no sé regular mis emociones para las cosas porque como por mucho tiempo no podía explotar por nada, ahora exploto por todo.