26 de febrero, en la ruta volviendo de Mar del Plata
Este verano, como todos, estuve acomplejada con mi apariencia. Hubo días que no tuve ningún complejo y fui completamente libre de todo juicio impuesto sobre mí misma. Parece estúpido y cuando lo cuento sé que las personas a las que no les pasa piensan que estoy delirando pero es un problema real con el que lidio todos los días de mi vida (o al menos casi todos).
No es que me pongo algo y no me gusta, o siento que no me queda bien, y me pongo mal. A veces es porque siento que comí demás, otras porque me veo “hinchada”, otros porque me comparo con gente distinta a mí y veo algo que yo siento que está “mal”. Me pongo mi ropa, me queda bien, hago gimnasia y hago lo mejor que puedo para comer bien, entonces ¿por qué es que nunca sé qué versión de mí misma soy?
No pasa tanto por realmente creerme que mi apariencia física fluctúa en mi realidad tanto como lo hace en mi mente. Sino que es más bien no saber cómo soy. No sé si me parezco a una persona o a otra. No sé qué talle soy, o qué colores me quedan mejor. Hay varias versiones de mí que veo en el espejo pero nunca sé cuál soy realmente. Veo una foto y no me gustó pero tal vez veo otra y pienso que no soy yo por lo bien que salí. No conozco bien mis dimensiones y mi físico. La mayoría del tiempo me guío por lo que me dice la gente que me rodea. Me hago una idea de lo que soy por eso, sino no sabría bien a qué versión creerle. No tengo ni siquiera ropa que sé que me va a quedar bien o que me voy a sentir cómoda poniéndomela porque realmente es así de variada mi percepción.
De las veinticuatro horas del día, veintitrés tengo algún pensamiento sobre mi apariencia física. No importa cuan segura de mí misma parezca, cuantas fotos me saque o cuanta atención llame, lo más probable es que en mi mente estén pasando conversaciones conmigo misma sobre qué está viendo la persona que tengo enfrente mío. Escribiendo esto suena todo más grave y grande que lo que realmente percibo. Siempre lo vi como algo que no “es normal” pero nunca lo pensé de la manera que estoy haciéndolo en este momento, mientras escribo esta misma oración. Supongo que es algo que tendré que resolver. Debe haber un trasfondo y una raíz mucho más profunda que simplemente estar disconforme con mi apariencia. Son momentos en mi vida, tampoco vivo los trescientos sesenta y cinco días del año así. O al menos eso creo en este momento, debería chequearlo.
Obviamente recibir cumplidos es algo que me sube el ego, soy un humano, mujer y me la creo mucho. Solo que rara vez recibo cumplidos de mi misma. Casi todas las cosas que veo malas en mi misma, no las veo en las otras personas. Es como que algo que capaz que vería como un “defecto” en mi misma, en otra persona lo veo como algo bueno. Hasta puede pasarme que algo que me gusta de otra persona, yo lo tengo pero no lo noto hasta que no digo en voz alta las cosas.
No todo es tristeza en mi mundo. Hay días que me creo que soy la mujer más hermosa que vieron mis ojos, es más, los días malos estoy tratando de pensarlo pero más como un “soy la mujer más hermosa que vieron mis ojos, solo que hoy no lo puedo ver”. Cuando estoy bien me la creo bastante, aprovecho esos momentos de completo poder sobre mí misma para elevarme lo más que puedo. Mi relación conmigo misma ha cambiado en los últimos años, eso me pone contenta. Es un hecho que me pone contenta cuando tengo un día malo. Pienso: es un día malo, no una vida mala.
Tal vez después de escribir esto me vuelva más consciente de mi misma y mejore. Tal vez no.
Me parecía importante escribir sobre esto que me pasa porque una vez que lo pongo en palabras toma la dimensión real de lo que es. Es como que puedo tocar mis problemas y desenredarlos. Tengo más autoestima de la que creo tener, he nutrido mi amor propio este último tiempo más que nunca. Capaz por eso noto esto ahora.
siempre que tengo un mambo conmigo misma me acuerdo de esto y me hace reir un poco


Reflexión del 15 de febrero
Hace unos meses me apareció un video sobre los stickers de cuando éramos chiquitos. La persona ojeaba el cuaderno y decía algo como “todos los que guardé para una ocasión especial”. Me dio una nostalgia fuera de este mundo, me transporté a mi cuaderno que me compró mi mamá en todo moda que tenía hojas especiales para stickers. Me acordé de los álbumes que su propósito inicial era para fotos pero estaban llenos de stickers porque los podía pegar y despegar cuantas veces quería.
Me apenó saber la cantidad de cosas que guardé para “ocasiones especiales” y nunca llegué a usar. Ropa que me compré, solo para que termine dejándome de gustar por la cantidad de tiempo que pasó entre la compra y la decisión de usarla. Los stickers abandonados que nunca fueron apreciados por más personas que por mí. La cantidad de cosas que no dije para decirlas en el momento correcto, para que nunca llegue el momento correcto.
Es algo melancólica esta reflexión pero tiene final feliz. Cuando vi esto, por más idiota que suena, cambió mi manera de ver mis cosas y de verme a mí. Fue algo que me ayudó a soltarme de esta necesidad de tener cosas para ocasiones especiales, y entender que las ocasiones especiales las genero y las decido yo. No todo momento se volvió una ocasión especial, pero si casi toda mi vida.
Es divertido sentir que toda mi vida es especial, la romantizo bastante. No llego al punto de “fingir demencia” porque mis problemas siguen estando ahí y yo sigo teniendo cosas por mejorar. Solo que ahora la paso un poco mejor, y la paso cada día un poco mejor.
Pensar menos, vivir más.

Frustración (auto-infligida como siempre)
Estoy algo frustrada últimamente. Quiero terminar y sacar mi libro en el que vengo trabajando los últimos cinco años de mi vida, quiero vender cuadros y armar una muestra, quiero hacer tantas cosas pero sin embargo acá estoy, haciendo ninguna. Estoy frustrada y sé que la única que puede cambiar mi situación soy yo misma, sin embargo sigo acá sin hacer nada a respecto. Frenada, pausada, estancada, ponele el nombre que quieras.
Tengo miles de proyectos, música, emprendimientos, todo lo que pueda imaginarme ya pensé en hacerlo. Siempre tuve la capacidad de hacer lo que yo quisiera solo que nunca tuve la voluntad para hacerlo. Capaz al final del día nunca creí tener esta capacidad que todo el mundo que me rodea ve en mi.
¿Me auto saboteo por miedo al fracaso? Tal vez.
Muestro mis proyectos sin problema, mis escritos, mis cuadros, mi música, todo. No hay nada que sea cien por ciento privado y secreto, sin embargo, no importa cuán positiva sea la respuesta de la gente ante lo que les estoy mostrando, no siento que mis cosas tengan el potencial necesario para merecer ser públicos del todo.
La autoexigencia que manejo me sobrepasa. Me deja en cero. Muchas veces mi autoexigencia es lo que me lleva a hacer tantas cosas tan bien, o en tan poco tiempo. Hay otras tantas veces, como las que más me importan, donde mi autoexigencia me drena, me deja seca y no me deja ser feliz con mis cosas. Si los proyectos son míos, ¿por qué no estoy satisfecha? Si me mido con mi propia vara, comparándome con quien quiero ser y con quien era ¿por qué me encuentro con que pienso tan poco de mí misma?
Estoy llena de preguntas últimamente. Antes eran sobre el mundo, los por qué de la gente y las cosas, ahora se tratan de puros questionarios que me hago a mi misma. Siempre que estoy cerca de cumplir algo que me enorgullece me bajo de una trompada con estas preguntas “filtro” que me dejan vacía.
Frustración, pura frustración es lo que siento. Me pregunto por qué soy así, si no me gusta ser así. O tal vez si, tal vez soy masoquista y me gusta ser infeliz. Capaz me estoy perfeccionando para algo más grande. O tal vez me estoy dirigiendo directo al fracaso.
No me gusta que la gente me cuestione. Soy directa, transparente, sensible, no tengo por qué ser cuestionada por alguien ajeno a mi persona. Entonces ¿por qué esta regla no aplica para mí misma?

Equitación Update
Mis clases de equitación son el momento de la semana donde más “yo” me siento. Arriba de un caballo, aprendiendo cosas nuevas, solo yo. Cuando voy mas temprano hablo con los chicos que están ahí, con mi profesora, a veces me tomo un mate, disfruto cada segundo.
Durante la clase me encanta acostarme arriba del caballo, hacerles mimos, darles besos. Me gusta que sientan lo feliz y lo bien que me hacen. Tengo mi teoría (medio de nena Disney) que nunca me voy a lastimar a caballo porque ellos sienten lo que los quiero y cuido, entonces no me van a dejar caer. Creo que es bastante delirante pero en mi delirio la paso bien.
Cuando me bajo cepillo al que haya montado. Los lleno de mimos porque realmente se los merecen. Me encanta charlar rodeada de caballos, con gente que comparte el mismo deporte, o que comparte su tiempo con semejantes animales.
Mi mamá me dijo que de chiquita le pedía tener un caballo y que cuando ella me decía que no podía, mi respuesta era que lo podía tener en mi cuarto. Aún con ella discutiéndome que no entraríamos, yo le decía que quería uno y que le compartía mi cuarto y mis cosas. Aparentemente siempre deliré respecto a los caballos.
Ahora estoy ayudando con las clases de los nenes más chicos. Ya van tres veces que me quedo a ayudar, controlando que no pase nada, ayudandolos a que entiendan el asiento, como poner las manos, las piernas, todo. Los trato como me hubiese gustado que me trataran si hubiese ido a equitación de chica. Darles seguridad, enseñarles a querer y cuidar a los caballos como yo tratando de hacerlo.
Me gusta pensar que mini Mia preparó mi corazón con el amor suficiente para nunca aburrirme de este deporte, ni de estos animales, ni de este sentimiento.
Estoy hace un año haciendo lo que quería hacer desde que tengo uso de razón. Disfruto cada momento, los buenos y los malos, como los llantos de frustración. Hay algo en los animales de 500kg que me hace feliz.



Opinando sobre opinar
¿Qué le pasa a la gente que siente la libertad para opinar de todo? Me alegra la nueva libertad con la que se maneja el mundo pero me parece que ya se están pasando de la ralla. Todos tienen algo para decir sobre el tema que se les ocurra. Si pedimos la opinión de alguien, está bien que nos la dé pero ya cuando opinan sin ser llamados…. Not cool. Las personas se quejan de las viejas que opinan sobre todo pero no hablan sobre la juventud que cree tener derecho de hablar sobre lo que sea.
Las redes sociales, si bien las consumo, me parecen completamente dañinas para la salud mental y para la sociedad. Siento que atentan contra las relaciones humanas reales, las que son cara a cara. Cuando ves algo en las redes, ya sea un chisme, una foto, o lo que sea, ya armamos una idea sobre las personas y las cosas, interfiriendo en nuestra experiencia humana y física.
Hace unos meses ya que vengo tratando de dejar de publicar en redes todo lo que hago porque realmente no me interesa que las personas sepan lo que hago en todo momento. No me interesa mostrarme en fotos porque el que me conoce en persona sabe como soy y eso es lo que me importa. No voy a decir que estoy completamente librada de ellas porque todavía me encuentro scrolleando sin fin en Tik Tok sin prestarle atención a nada de los que estoy viendo, pero no significa que no me gustaría dejar de hacerlo.
En twitter las personas están completamente desacatadas e insoportables. Me río mucho con cosas que veo en esa red, no voy a mentir, pero ya me tiene algo cansada ver comentarios sobre un chisme que viene caducando. El problema con twitter es que le da voz a personas nefastas, y encima cuando las personas le comentan a favor, creen que algo que están diciendo es relevante para la vida de la gente. Momento de hate hacia la comunidad twittera.
Necesito que se revierta un poco esta situación de opinión libre. Empecemos a preservar nuestras opiniones sobre situaciones, personas, cosas. Nadie sabe lo que hay del otro lado de nada en el mundo, a veces ni lo que sabemos sobre nosotros mimos es como creemos. En primer grado me enseñaron que si no tenés nada bueno para decir, no digas nada. Estoy de acuerdo. Repito, no me parece volver al tiempo donde opinabas y te hacían una lobotomía, pero por favor, ¡basta de opinar sobre todo! ¡Basta de hablar sin saber en redes PUBLICAS!
Todo esto es un poco hipócrita de mi parte siendo que promociono mi escritura y pintura en redes, y sigo publicando fotos de mi persona y de lo que hago… JA. Haz lo que digo y no lo que hago. Lo aplico para mi también, todo lo que dije por que a veces me gustaría no ser una chica con tanto para decir. A veces hay que obligarse uno mismo a callarse la boca.

Abuelo,
Vengo a tu casa y me siento bien, veo a “la vieja” y nos reímos un rato. Comemos ensalada de sushi de la que le gusta a ella, armamos los floreros con los lirios que le suelo traer. Ponemos la mesa para comer todos juntos. Seguimos haciendo lo habitual. Me desplomo cuando recuerdo que hay una habitación de tu casa que carece de dueño.
Todavía me arde un poco el corazón cuando entro a tu oficina. Es raro entrar a un cuarto de tu casa donde tu recuerdo está inmortalizado hasta en el empapelado. Los cuadros de la pared todos dicen tu nombre pero no está el portador de él. Tu silla está vacía, tu agenda se quedó en el tiempo, dice 2023, ¿por qué no la actualizaste? Ah cierto, porque no estás.
No logro cerrar el circulo de tu vida porque tu casa sigue igual, los muebles, las paredes, los cuadros. El olor a “la casa de los abuelos” es el mismo, solo que ahora se llama el olor de “la casa de la abuela”. Tu oficina sigue siendo tuya pero ahora la abuela mueve las cosas como ella quiere, ordenó tus cajones apenas te fuiste al canto de “siempre tantas pavadas Fito”. Entre risas y llantos, tu oficina sigue siendo un punto de encuentro entre nosotros, tu familia, y vos.
Mis ojos recorren la pared llena de diplomas, mientras en mi cabeza suena tu voz contando cada una de las historias. Veo el abre sobres con forma de espada que me decías que tuviera cuidado cada vez que lo agarraba. Analizo las caras de las personas que están en las fotos de tu escritorio. Está tu gorra de cuando eras marinero. Tu foto soplando las velas de la torta en la iglesia con la abuela. Recorro todo lo que me es conocido, solo que todo lo que veo me recuerda que no estás ahí para contarme las cosas por vez número mil.
No sé bien cuando se me va a pasar esto, tampoco sé si se me va a pasar. La abuela no puede dormir sin vos, dice que ver la cama vacía a la mañana y a la noche es lo que más le recuerda que no estás. Mi papá te imita cada vez que viene a abrirme la puerta cuando llego. Mi mamá a veces hace chistes que harías vos. No creo que haya algo en existencia que pueda hacer desaparecer el peso de tu ausencia. Te mantenemos acá, para que el peso sea por buenos recuerdos tuyos.
Me acuerdo que cuando querías que te prestemos atención te ponías a hablar con voz mas alta de lo normal. Te cuento que ahora, aunque no hables, toda la atención si te la llevás vos.
Sé que no vas a leer esto pero capaz escribiendote duele menos estar acá.
Ojalá algún día nos reencontremos todos.
Con amor, Negrita

Año Nuevo
Año nuevo es una excusa creada por humanos para “rehacer” su persona, le da a las personas la posibilidad de pensar que pueden empezar algo de cero “redimiendo” eso que creen que hicieron mal, o no hicieron, el año anterior. Brinda un sentido de esperanza algo absurdo pero a su vez me gusta que hayamos creado esta mentalidad de que se puede volver a empezar.
Antes me parecía una tontería esto de “nuevo año, nuevo yo”, y no digo que ahora no me parezca, pero me uní a esto. Me ayuda a sentir que puedo re-empezar todas las metas que no pude lograr, por una cosa u otra, el año pasado. No siento que voy a ser una nueva persona, sino que capaz con la fecha terminando en 25 y no en 24, algo puede ser distinto. Qué sé yo. Me empezó a gustar la idea.
También creo que es una buena manera de medir el tiempo, es como un período determinado donde podes ponerte exigencias y no vas a sentir que te estás limitando. Como cuando dicen que no le pongas fecha límite a tus logros, teóricamente cuando decimos “este año tengo que hacer esto y esto” estamos poniendo límite, solo que no lo sentimos como una exigencia con nosotros mismos porque todos están viviendo la misma “limitación” de tiempo.
Estoy aprendiendo a no autoexigirme al punto de no poder más, así que encontré cierto comfort en la delimitación de tiempo anual. Hoy, dos de enero, me desperté, hice gimnasia, me bañé y me senté a trabajar. No cambió nada del año pasado a este, sigo siendo la misma y sigo teniendo la misma rutina, solo que me gusta pensar que me quedan 363 días por delante para lograr lo que yo quiera. En verdad me quedan muchos años de vida por delante, pero en el mundo de hoy, vivir otros 365 días es un privilegio.

