No me es fácil hablar profundamente sobre cómo me sentí conmigo misma por muchos años. Lo menciono y hago chistes de vez en cuando pero creo que nunca le dije a nadie con detalles lo que sentí. Supongo que lo que siento es tristeza. Es de las pocas cosas que no me gusta revivir porque realmente fue un momento oscuro para mí.
Tuve mucho tiempo que no podía mirarme al espejo sin llorar. Días de no entrar al baño de abajo porque no quería ver la balanza y que me tentara pesarme. Ponerme pantalones que me quedaban bien pero que lo que yo veía en el espejo no era igual a lo que yo quería ver. Decepciones, llantos, sentidos de insuficiencia.
Todo se desencadenó con un simple “levantate, sos muy pesada”. Insignificante ¿no? Para mi no lo fue, mi novio del momento me dijo eso adelante de toda su familia cuando me senté arriba de él porque no habían mas sillas. Me inundó la vergüenza. Él nunca supo lo mal que me hizo sentir, ni siquiera creo que se haya dado cuenta del daño que me hizo esa simple frase.
Desde ese día no quería sentarme arriba de nadie. Desde ese día me miraba al espejo y veía a una chica que era “muy pesada”. Me perdí en lo que no quería ser. Dejé de ser yo misma, dejé de sentirme bien conmigo. Subía fotos en bikini haciéndome la linda tratando de compensar esa simple frase que tan mal me había hecho. Empecé a comer por ansiedad, estar con él me la generaba. Trataba de ahogar todo con comida, con chistes, saliendo, sacándome fotos. Quería convencer al mundo de que yo era lo opuesto a lo que yo veía en el espejo, que yo era lo opuesto a lo que yo creía ser.
Después de cinco años me sigue costando mirarme al espejo y no ver a la chica que se sintió tan mal con cuatro simples palabras. Después de cinco años cuando me quiero sentar arriba de mi novio actual lo pienso dos veces. Después de cinco años me sigue costando entrar al baño y ver la balanza sin querer pesarme. Ya no me da vergüenza decirlo, ese día me rompió y aunque para muchas personas puede ser algo insignificante para mi fue una parte de mi inocencia perdida.
Lloré mucho, nunca le había contado a nadie porque admitirlo me dolía. Admitirlo significaba que era real: había permitido que cuatro simples palabras de un chico me arruinen la psiquis.Un día borracha le conté a mi hermana, la persona con más autoestima que conozco, y se incendió, quería irlo a buscar a la casa. Ese día me di cuenta que era válido lo que yo sentía, desde ese día dejé de pensar que yo era la que estaba mal y me di cuenta que el que estuvo mal fue el. Ese día empecé a sanar.