Hace un tiempo me volví a juntar con mi mejor amiga de la infancia. La famosa “eterna mejor amiga” y, como ya dije, encajábamos igual que siempre. Fue en Abril, nos juntamos a cenar y a tomar vino. Estábamos sentadas en la mesa y yo tenía mis uñas pintadas de rosa y la funda de mi celular era de un fucsia hermoso. Ella me miró las manos, el celular y me dijo “te estás amigando con el rosa”. En el momento no le presté mucha atención pero me quedó retumbando en la cabeza esa frase. Por una semana completa “te estás amigando con el rosa” me persiguió.

Empecé a prestarme atención a mi misma y me di cuenta que, estaba realmente amigandome con el rosa, lo cual significaba que la nena que amaba el rosa estaba volviendo a ser parte de mi. Por mucho tiempo negué ser la chiquita que le gustaba el rosa, las flores y las princesas. La nena que preservaba su inocencia y su picardía. En fin, la nena que me hace quien soy. 

Sé que soy una adulta, y que escaso inocencia pero el amor que le tenía al mundo sin un gramo de maldad era lo que me mantuvo feliz todos esos años de mi vida, y es la persona que quiero que me vuelva a hacer feliz. El rosa, típico color favorito de una nena a la que le gustan las princesas y las camisas floreadas, el color que acompañaba al azul en el primer podio a la hora de elegir los colores para algo en mi vida a los 7 años. 

Con el pasar de los días, empecé a abrazar a esta parte de mí y me di cuenta que no es que estaba amigandome con el rosa específicamente, sino que estaba sacándole la culpa que le había adjudicado a la nena que creía que el mundo entero era bondad absoluta. La dejé de culpar por todos mis problemas, por hacerme creer que nunca nada malo me pasaría. Sacarle a ella la culpa le sacó la culpa a la persona que soy hoy. 

El rosa y el azul, los tiburones y las flores, todas caras opuestas que conviven en mi, mis favoritos son una oposición contante. Quien soy es una constante ida y vuelta entre esa nena chiquita y esta mujer enorme.
Le mandé a Marti lo que había escrito, charla va, charla viene: ahora tenemos una cita para jugar a los petshops.
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